Si amar fuera subrayadamente disfrazar de fuerza la profundidad de nuestro vacío, sería defenestrado por las ventanas-ojos por las que bocabierteamos la pueril existencia. Si fuera amar odiosamente hojear fotos de la desidia perenne el mundo pararía su vagar raído. Amar es escuchar la voz de aguardiente soportando el hedor y creer haber hablado con la divinidad en carne viva.