Van a secuestrar, Naima,
tu inocencia erguida,
y a alimentar mis ojos
con las sobras
de la gula. Allí donde
amanezcas, seré rocío,
el desperezar de las lombrices.
Van a secuestrar, Naima,
las noches de estrellas;
cuando sientas su brillar,
los columpios de la niñez,
la risa incorrupta, aún,
estaremos en la alfombra
mágica,
y de una lámpara con melodías
suaves,
la oscuridad saldrá, tenue
como mala hierba del odio
y los diluvios…